MENTALIDAD DE HOMBRE
INTRODUCCIÓN
Cuando era joven siempre me “ponía la camiseta” en algún tema en particular, podía ser en política, fútbol, educación. Todos sabemos que es una característica de los uruguayos, creernos que la sabemos todas, somos expertos en todo, opinamos en todo y ojo con que alguien nos contradiga.
Con el correr de los años he optado por ser neutral hasta donde la pasión por algo me lo permite. Pero hay cosas que no las puedo evitar, aunque intento dominar mis deseos de opinar, me muerdo la lengua por no hablar, aprieto los labios con toda mis fuerza para que no se escape ni una palabra de esta boca mía, pero, me resulta inevitable, hay cosas que me hacen hablar, que tengo que opinar y si no lo llego hacer no se que sería de mi.
Son pocas las cosas que me sacan de mis esquemas y que si no hablo parece que estoy sumergida en un hormiguero y necesito gritar como loca lo que pienso. Esa reacción la tengo cada vez que escucho a mujeres quejarse de los engaños que les hacen sus parejas, para ser claros, sus parejas hombres, porque hay de las otras.
Lo peor del caso es que tropiezan con la misma piedra un centenar de veces. Siempre nos quejamos de lo mismo, el error se repite una y otra vez. Y pese a cambiar de pareja, las injusticias que esos hombres nos hacen parecen ser siempre las mismas.
He sido confidente de muchas personas, tanto hombre como mujeres. Es que parece que poseo un imán para atraer a gente con ganas de hablar de sus desengaños amorosos, me ven y tengo un cartel luminoso y a todo color parpadeando “PUEDES CONTÁRMELO”, o quizás es mi truncada carrera de psicología que salta a flor de piel.
Cuando ya no aguanto más ver el dolor de la otra persona pasando mal por amor, y observar que está sufriendo verdaderamente y que la mayoría de las veces es reincidente en ese problema, decido que es el momento de hablar, como se suele decir: “el de afuera ve mejor” y me doy cuenta que la solución está ahí, al alcance de las manos de cualquiera. Tantas veces he visto lo mismo que al ponerme a hablar mis palabras salen como cataratas de mi boca, como de memoria, igual que un discurso ensayado. Comienzo a hablar sin mirar a mi interlocutor a la cara, solo hablo y hablo de lo que pienso, tomo un respiro y me doy cuenta que la persona que me escucha está como hipnotizado, más bien hipnotizada porque siempre son mujeres y las observo mirándome con una atención que parece un niño que le están narrando un cuento. ¿Vieron la cara de esos niños? Están sumergidos en la historia, se creen que son el personaje principal y que al final salen victoriosos de todas las peripecias por las que tienen que pasar.
Recuerdo cuando le contaba a una amiga mis ideas y ella me miraba sin pestañar atenta, parecía que ni respiraba. ¡De verdad! Parece mentira pero era así, tan atenta que el té se le enfriaba en sus manos y ni cuenta se daba. Le relaté mi teoría y al tiempo con orgullo me comenta que la está poniendo en práctica, pero, para desgracia de ella y todas nosotras volvemos a caer en la misma, después les cuento el por qué.
Quién no ha hablado alguna vez en su vida de sus amores, de encuentros y frustraciones, a veces riendo y recordando viejos tiempos con la mirada perdida y cara de atontada, o llorando a “moco tendido” por habernos quedado solas.
¡Ufff...! De esto si que se habla, unos más, otros menos porque prefieren ser mas reservados y ahogarse en sus penas pero se refleja en sus cuerpos toda la angustia que llevan dentro; también los jóvenes de con una postura más moderna sufren de este problema que casi es un virus y los adultos, mejor ni hablar porque no daría una colección enciclopédica para narrar los sinsabores que pasan; las mujeres suelen ser más sentimentalistas y contar sus problemas teñidos en rosa y los hombres mas oportunistas narran sus historias como que son los superman que tienen un regadero de mujeres esperando por ellos; las historias cambian según las épocas, las relaciones en el correr de los tiempos cuando los novios nunca podían quedar solos hasta la noche de casamiento y siempre acompañados por la mamá de la novia o por el hermano , amores y amoríos son diferentes, pero hay algo que nunca cambia, las mujeres se enamoran y se vuelven a enamorar y recurren siempre a los mismos errores.
En fin, sobre las relaciones amorosas hay infinidad de temas, existen muchos libros escritos; recuerdo con agrado cuando leí “Busco al hombre de mi vida, marido ya tuve”, había momentos que me reía porque parecía un fiel reflejo de las relaciones entre el género masculino y femenino, pero más que nada una radiografía de los hombres. Como ese libro hay un montón, tengo pendiente el clásico. “Los hombres son de Venus, las mujeres de Marte”, pienso leerlo antes de terminar de escribir mi libro.
Las relaciones entre el hombre y la mujer (o dos seres que se quieren), que tema. Por ese motivo me senté a escribir lo que pienso sobre este asunto, pero, más específicamente de la infidelidad y la manera en que los hombres engañadores y las mujeres traicionadas viven está situación. Creo haber encontrado el método para que las mujeres no suframos tanto por estos motivos. Si señoras y señores, ese es el tema, como lo quieran llamar: adulterio, traición, ingratitud, deslealtad, engaño, paganismo, si estás casada se puede considerar un delito que lleva al rompimiento del contrato de matrimonial. Los sinónimos son muchos y los sentimientos del que engaña y del engañado son muy diferentes. Las causas, las consecuencias del engaño son tantas como parejas existen en el mundo.
He escuchado hablar del tema a amigas, amigos, primos, conocidos, etc, etc, personas que han sufrido de alguna manera por amor, que lo han padecido de alguna manera; por ese motivo creo que a esta altura ya no tengo una hipótesis sobre el asunto, ya pasé por todas las etapas del método científico y puedo asegurar que he llegado a una TEORÍA DE LA DIFERENCIA EN LA MANERA DE PENSAR DE LOS HOMBRES Y LAS MUJERES y como influye en las RELACIONES SENTIMENTALES.
Este libro lo escribí para todas aquellas mujeres que quieran sufrir un poquito menos a causa de los hombres. No es fácil, no es simple y no lo podrás hacer en un día. Tampoco te aseguro que no sufras más por una relación frustrada, pero podré decirte la tan célebre frase: “te lo dije”. Para empezar tenemos que realizar algunos cambios en nuestra conducta, en la manera de pensar, de vivir y de proceder. Ya se es mucho, pero, nuestra felicidad es muy importante y el derecho a disfrutar de un buen lomo masculino sin culpa lo vale y lo merecemos.
